A menudo enfrentamos situaciones duras que nos agobian hasta la postración. Quizá la escasez, la aflicción o la soledad son algunos de los métodos de nuestro enemigo interior, a saber, la mala inclinación, y usados por el externo (el maligno) para intentar hacernos creer que no valemos o que nuestra existencia carece de sentido.
Pero, lo importante de todo es que aunque padre, madre, amigo, hermano o lo que sea, nos abandone, nuestro buen Dios no sólo está dispuesto a socorrernos, sino que el hecho de que permita que pase por todo esto, obedece a un plan soberano que no dice algo diferente a: “Haces parte de mis planes”.
En esta enseñanza analizaremos la importancia de creer y permanecer en el plan de Dios para no perdernos lo mejor que tiene para nosotros.