La Disciplina De Un Padre Amoroso – Edisson Martinez V.

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Cuando recordamos el pasaje de la caída del hombre, relatado en el libro de Génesis 3, normalmente pensamos en el castigo de Dios para el hombre y la mujer.  Las frases más oídas en este sentido son: “¡Por culpa de Adám ahora nos toca trabajar duro!; ¡Ahora el dolor de tener hijos es casi insoportable, todo debido a Eva!, etc.”  Tal vez por el morbo, creado por la misma caída, el hombre espera ver en acción a un Dios castigador que no desaprovecha oportunidad para desaprobar la conducta humana, ante el más leve desliz.

Lo que poco consideramos es que, la conducta del hombre contraria a la Voluntad y mandamientos de Dios, acarrea por sí sola más y mayores consecuencias para su futuro, que la disciplina que El Altísimo se ve movido a aplicarle.  ¡Qué tal si le damos un vistazo a estas consecuencias!

Cuando Dios llama al hombre, Adám y su esposa se esconden arguyendo temor, debido a su recién descubierta desnudez.  Su capacidad para confiar en la calidez de su bienestar, cualquiera fuera su situación, se vio nublada; en su lugar, el temor se apoderó de ellos y empezaron a descubrir necesidades, ante las cuales la única respuesta que tuvieron fue la vergüenza y la reacción de escape y huida.

Por otra parte; el valor, la valentía y el poder con que originalmente fueron dotados para afrontar sus responsabilidades (como la de darle nombre a los animales que habían sido creados), se vieron desplazados por una obscura actitud de proyección de la culpa hacia terceros.  El hombre culpó a la mujer y ésta a la serpiente.  Atrás quedó esa sensación de fuerza y capacidad para hacer todas las cosas; ahora solo quedaba buscar culpables, a ver si tal vez la responsabilidad se reducía y el trabajo de reparación era más fácil de sobrellevar.

Con todo esto pensamos en que el castigo del Señor no fue otra cosa que una muestra de Su misericordia para evitar daños peores.

Felices aquellos que encuentran en la disciplina Divina, una oportunidad para hacer T’shuváh (arrepentimiento genuino), un llamado para reparar el daño y una gloriosa ocasión para apropiarnos de los méritos y la obediencia del Maestro Yeshúa (Jesús), el segundo Adám, y así volver por el camino que nos guiará a recuperar la gloria, el poder y la fuerza con que originalmente fuimos dotados los seres humanos, para desarrollar nuestra misión en esta tierra.  Que el Cielo nos asista en tan encomiable misión.

¡MAZAL TOV!

Edisson Martínez V.

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