Muchos de nosotros, los creyentes, enfrentamos episodios de maldad, errores o pecados. Por supuesto que son graves y hay que enfrentarlo con la seriedad que cualquier otra persona; sin embargo, dado que se supone, equivocadamente, que un creyente no vuelve a fallar, el manejo de la situación requiere de un tratamiento especial.
En esta enseñanza analizaremos algunos pasos a seguir para mantener una actitud correcta frente a la desobediencia del creyente, y así mantener constantemente un corazón contrito y humillado que nos acerque a la gracia y el perdón divino y no un espíritu altanero por un lado o caprichoso por el otro, que nos alejen definitivamente de la Vida Abundante que Dios promete.